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jueves, 19 de junio de 2008

sábado, 7 de junio de 2008

otro del DF y mi mejor cita.

Fue hace unos años, en mi segunda visita al DF. Un congreso de ciencia política en UNAM fue el pretexto para largarme de una ciudad en la que parece que la revolución industrial es lo más nuevo.
Hotel Real del Sur 2004, 4 personas legales y una ilegal (él no pagó) mucho pisto, mucha gente, poblanos coquetos y accidentalmente vi a una muchacha de Querétaro cagar. Clima riquísimo y 10 cajetillas de cigarros para 3 personas en 12 días, ¡ah! cómo fumamos.
Terminando el congreso nos hospedamos en el hostal home en la Col. Roma. Extranjeros con poca ropa simpáticos con su medio español, una guitarra y cerveza indio (la mejooorr!!!!) seguían consumiéndose nuestros cigarros y la confianza crecía.
Todo empieza una noche de viernes en semana santa. Lo había contactado por internet hace mucho tiempo. Él se llama Gabriel, un psicólogo hermoso, cabello largo, barba de candado, un poco más alto que yo, complexión media, sonrisa inolvidable. Es de esas personas que para todo sonríe es como si la sonrisa se la hubieran dibujado y se la regala a todos. Pasó por mi a las 8 pm como habíamos acordado. Llegó, pasó, se presentó y me quedé helada, no lo imaginaba tan guapo. No sé porque me imaginé que saldríamos en un carro, como es costumbre en Mexicali, pero me esperaban las calles lindas y el sonido de los carros a todo volumen, recuerdo que la primer frase al salir fue "la patria es pobre y la vida cara, así que nos iremos en dos patas" me dio mucha risa y acepté.
Yo: tacones, falta a media pantorrilla, blusa negra, aretes preciosos y cabello recojido. Gabriel: pantalón de mezclilla, camisa a cuadros y zapatos cafés, cabello suelto, ondulado y claro, su sonrisa bien puesta.
Caminamos entre palabras descriptivas sobre el tráfico del DF y la sencillez de caminar. Cruzamos la avenida grande y yo no sabía dónde estaba, mis piernas solo continuaban moviéndose a su lado, a final de cuentas Gabriel era mi guía esa noche. Siguiendo con la máxima de que la patria era pobre y la vida cara él solo tenía para invitarme un café, así que llegamos a uno de chinos. Un café por favor y una naranjada.
Yo con mi seriedad acostumbrada y el con su soltura normal nos fuimos encontrando en una plática muy interesante, Gabriel habla mucho así que yo empecé a sonreír y a intentar captar todos los datos que me arrojaba. Algunas veces no estaba de acuerdo con lo que decía pero como era nuevo para mi, no me cerraba a una nueva perspectiva. El psicólogo tenía varios años laborando para centros donde la equidad de género era el principal objetivo. Mi acompañante de esa noche es un hombre femenino, buena onda, relajado pero yo sabía que dentro de la sonrisa se escondía un hombre perverso y muy intenso. Se pasaron las horas entre los ultras, la UNAM, la huelga, López Obrador, los taxis piratas, la contaminación, el bisexualismo, machismo, feminismo y las instrucciones de cómo llegar al chopo. Insisto, era delicioso platicar con él.
Gabriel vio su reloj y no tengo idea de qué hora era, pero me dijo que nos fuéramos, esta vez como los tacones me habían jugado una mala pasada le pedí ir al hostal en taxi, no estaba muy lejos así que no sería caro, pero de todas maneras yo estaba dispuesta a pagarlo, eran mis pies los que no podían más. Recuerdo que estábamos parados en una esquina, me tomó de la mano y yo agache la cabeza dibujando una sonrisa tímida, intuía lo que estaba por venir. Gabriel jaló mi brazo y me soltó para recibirme en sus brazos y sin decir más, me estampó un besote en la boca, como yo soy muy educada decidí corresponderlo abriendo mis labios y saboreando su aliento y lengua; sentí a Gabriel por todo el cuerpo, estaba empezando a agitarme cuando escuché que varias voces gritaban "rólala, rólala" y a mitad del beso romántico nos ganó la risa. El semáforo de los chicos del carro color plata se puso en verde y siguieron su camino. A partir de ahí fue difícil que Gabriel me soltara la mano. Nos subimos al taxi, le dijo a dónde íbamos y después nos miramos, sabíamos que algo faltaba. Era CLARO nos faltaba un buen agarrón de besos y así pasó, tuvimos muy sacrificadamente que darle show al taxista. Dios mío qué facilota soy!!!
Me bajé del taxi flotando en el aire y subí a la habitación mientras Gabriel me esperaba en la banqueta, sonriendo me puse los tennis y volví a bajar. Era un poco tarde así que Gabriel apresuró la cosa; simple y llanamente me dijo "¿quieres dormir en mi casa?". Apelando a mi moral relajada respondí "sí". Nos fuimos a la avenida grande otra vez, paramos un taxi y nos fuimos a no sé cual estación del metro, me dijo "te entrego las llaves del coche" y eran los boletos del metro. Nos bajamos por no sé dónde y caminamos un poco. Era un barrio diferente, casas pequeñas, mucha basura y todavía alguna que otra señora vendiendo fritanguitas ricas.
Llegamos a su departamento, no había tenido tiempo de imaginarlo porque en todo le trayecto en el metro nos besábamos y platicábamos de muchas cosas, todo era rápido, desconocido, onírico. El "depa" como lo llamaba a el tenía en la sala un cuadro con María Sabina, libros, un tapete grande, cojines y dos habitaciones, una era de su compañera que andaba fuera de la ciudad y la otra era de él. Al entrar vi posters de campañas en las que había participado, muchas revistas de sexualidad, más libros, Silvio Rodríguez andaba por algún lugar y una cama individual. Por su ventana se veían las azoteas de las demás casas, era interesante la panorámica, me gustaba, ahí me paré y me puse a fumar (primero pregunté si podía, como siempre) mientras Gabriel me improvisaba un cenicero. En mi memoria queda grabado el título de algunas novelas eróticas que me recomendó, así como la película de una de ellas: "la historia de O".
Gabriel me esperaba en la cama y no pienso contar detalles del choque de cuerpos, pero sí decir desde el fondo de este cuerpecito que ha sido una de las personas con las que más PPPPUUUUUMMMMMM (sonido de explosión, no de efluvio). Gabriel era agresivamente delicado, puntual con sus caricias, perversamente pasional y yo, simplemente yo con mi mente abierta recibía y daba sin pensar.
A la mañana siguiente me desperté, fui al baño, lavé mis dientes, me puse mi ropa y me acosté a su lado. Gabriel dormía bichito con su cabello enmarañado y la boca un poco abierta, creo que lo percibí mas hermoso de lo que era la noche anterior. Supongo que sintió mi mirada (que alguna vez una maestra me dijo que es muy pesada) y se despertó con una sonrisa, me miró, me abrazó y más tardé en ponerme la ropa que en volvérmela a quitar. Después me ofreció desayuno que rechacé porque se me hacía tarde y mi amiga estaría preocupada, yo no contaba con que ella también había amanecido enredada en las sábanas de un inglés en el hostal.
El recorrido fue el mismo pero a la inversa, obviamente y nos despedimos en la puerta del hostal home en la calle tabasco entre Medellín y Valladolid en la colonia Roma con la duda de si "hubiéramos" vivido en la misma ciudad "hubiéramos" sido una buena pareja.

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