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domingo, 17 de julio de 2011

Soy eterna.

Ana es eterna por eso toma clases de danza contemporánea, cocina, repostería francesa. Aprenderá francés, alemán, italiano y hebreo.

Ana tiene un objeto cargado de amor de todas aquellas personas que la han acompañado y que ahora están muertas, Ana acaricia sus recuerdos en ese “talismán” que lleva en el pecho, porque dónde más podría llevar cargando el peso de la inmortalidad y la soledad, claro que podría ser en la espalda pero quien lleva un “talismán” en la espalda.

En las tardes que se le olvida que es eterna se pone a memorizar la biblia y algunos libros que le gustan.

Ella sabe que no tiene el tiempo contado entonces puede pasar horas pensando cómo el mundo se pudo construir de esa manera. También le da por ponerse a flotar en el mar sin miedo, deja que las olas la lleven a donde sea. Sube montañas para reírse de los demás y cuando está allá muy arriba, le gusta recordar cómo fue que dejó de contar el tiempo.

Ana ríe con llanto de vez en cuando porque cree que es mejor reírse de ella misma antes de que la gente se entere y las grandes cadenas de televisión quieran hacerle un reality show. No quiere periodistas, científicos desprendiendo y analizando partes de su cuerpo o sacerdotes negando su eternidad.

Cuando Ana conduce su coche viejo la gente se desespera por su lentitud y cuando algún conductor ofuscado hace tocar su corneta y gritarle ¡muévete! Ana –solo cuando quiere jugar con los mortales- le responde “bríncame imbécil, yo no llevo prisa, soy eterna”

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